Era fascinante, erótico y muy seguro de sí mismo . Odiaba a su papel más famoso, y se vio condenado por el éxito a repetirlo hasta el ridículoPor Guillermo Courau
Por regla general, cualquier personaje literario se corporiza en la mente del lector. No importa cuán precisa sea su descripción en el papel, la imaginación del lector será la que le ponga cara, cuerpo y gestualidad. La excepción ocurrió en 1958, cuando Christopher Lee apareció por primera vez vistiendo las ropas del conde Drácula. La novela de Bram Stoker ya se había llevado al cine varias veces, pero nunca el protagonista había tenido una carnadura tan similar a lo que el mundo había entendido de él. Si fue casualidad o un trabajo minucioso de reinterpretación y construcción del texto original, estaba por verse. Pero lo cierto es que el proyecto nació a partir de una veta comercial relacionada con el cine de monstruos, llevada adelante por una productora británica independiente, que a partir de ese año se convertiría en la mayor referente del género.